Las aves no creen en Dios.

Era una mañana soleada de enero. Un domingo a la mejor hora del día, la del Ángelus.

Uno se plantea si levantarse, ir a dar una vuelta con los niños, o llamar a los amigos para tomar un vermú… Otros oran en una plaza y arengan a su líder.

Algunos tipos raros, muy, muy raros, tanto que son únicos, se asoman a un balcón y sueltan un discurso, además de arrimarse a un par de pimpollos y dar rienda a la representación terrenal de la virginidad, de la pureza y si me apuras… de la paz.
Soltaron dos preciosas palomas. Dos de esas que si te las encuentras en un parque piensas en la niñez… si son blancas en Picasso y si son pardas o grises, acabas con la sonatilla de que son ratas voladoras y sigues imaginándolas enredadas en las telas de araña de Spíderman.

En este caso, puestos a suponer, sueltan a lo loco una alegoría. Santidad, niños, pureza, palomas blancas… es todo tan bonito que apuesto algo tienen en mente, al finalizar, tomarse unos refrescos, los niños y un vermú, santo vino por excelencia, su excelencia (odio decir esto: valga la “rebuznancia”) Y la luz llene vuestros corazo…

Oh! my god!

La plaza está llena de espectadores expectantes, llenos de júbilo y deseosos de ver volar a las purezas aladas y en esas todos con sus cuellos inclinados hacia atrás, sus cabecitas de relucientes sonrisas, esperando la sagrada palabra, las almas cándidas deseosas de la bendición…

Se escucha un murmullo, luego un silencio y una dulce anciana grita: “Porca miseria, il diavolo nero sta attaccando piccioni puro!”

Todos los presentes gritan “OH!” en diversos idiomas y no pueden creer lo que están viendo.
Al momento, las dos palomas asustadas pierden la virginidad y gritan enloquecidamente, en su idioma, el de las palomas, dicen: Gru, gru… que quiere decir, oh my god!

Presta aparece la que en realidad es el ave del paraíso marino, la más popular de las voladoras, mucho más que las pesadas águilas o las molestas grullas; aparece una hermosa gaviota con el ánimo de la defensa.

Los allí presentes pudieron comprobar qué de esto se trataba. Puso orden en el aire, puso su dignidad, su honor en este lance y queriendo salvar a las lanzadas hizo un vuelo fastuoso, como ninguna otra ave sería capaz.
El gesto no fue honrado debidamente, pareciese que las atacaba y realmente lo que hacía era darles ánimos en el vuelo, ayudarles a remontarlo, empujarles hacía lo que realmente estaban predestinadas… la gloría.

Ella, la gaviota, solo hizo lo que pudo, arriesgó su fama, casi su vida, interponiéndose entre las blancas y el negro malhechor. Ante la falta de cordura, por el momento o porque ellas son de corta inteligencia, se dio el caso de que tuvo que agarrarlas al vuelo, pareciendo que las picaba, que no era el caso.

Cientos de miles de humanos no comprendieron bien la situación, no llegan a saber lo que sufren las aves. La paloma cumple su objetivo y si bien tiene fama, es incapaz de llevar un ramito de olivo si no hay de por medio premio alguno, un pago por su trabajo, cosa que están acostumbradas. El pobre cuervo carga en su vida con la malicia del color ¿Por qué somos tan ingratos y tan desdeñosos? El cuervo no es la representación del diablo, es la imagen de la noche, del recogimiento, como monjas felices o santos curas, y son incapaces de hacer algo malo a no ser que se les provoque.

En los tejados del palacio ellos guardan con cariño su comida, cientos de plantas que nacen entre las tejas y todas de sentido divino, las protegen… ¿Qué culpa tiene la serpiente de ser protagonista de una mala historia? pues lo mismo el cuervo. Podrá ser la representación del mismísimo demonio, podrá ser su servidor, pero nunca cambiará su menú, por muy blancas que sean las palomas.

Se cuenta, se dice que las salvaguardaba, qué ellas, siendo tontas como son, iban directas a estamparse contra una de las ventanas intentando regresar al punto de partida.
Realmente aquí no son las aves las violentas, aquí hay que preguntarse qué razonamiento tienen algunos humanos, al tomar dos tontas de estas y lanzarlas al vacío, o a una plaza con miles de personas, todas dispuestas a llevarse una pluma santa, un recuerdo gratis de la visita al beatífico y poco sensato Padre.

No seré yo quien señale, pero… ¿a santo de qué viene ese lucirse a costa de las aves? Ninguna ONG ha dicho nada por el momento. Es de ver qué pasaría si hace esto con gallinas, cabras o patos, como bien marca la tradición en algunos pueblos. ¿Llegaremos a esto? Llegaremos, tarde o temprano, a ver que el mundo no es a caso un lugar donde vivir y dejar vivir, un pequeño planeta lleno de maravillas qué para nada necesitan de la mano de divinidades varias. ¿Son y serán nuestros descendientes capaces de ver esto? O por el contrario estamos avocados a un recordatorio en las pantallas de nuestros monitores.

Hay niños en el mundo que no saben dibujar una vaca o una gallina, nunca la vieron, ni la comieron, o la lanzaron por una ventana. Ellos no sabrán de nuestras imbéciles banalidades demostrativas del lujo y el esplendor de lo que representa una paloma, o un cuervo, o una gaviota.

Allí quedaron los espectadores, mudos de impotencia por ver como un símbolo era sublimado al punto de ser un capricho de la naturaleza. Ni dios sabía lo que iba a suceder, de haberlo sabido, le hubiese contado al líder lo que iba a pasar. ¿Será que no hay tal contacto? Salió mal la puesta en escena, pero todo por causas ajenas a su voluntad y a la nuestra.

Ya han comenzado los ensayos “¡Qué no vuelva a ocurrir!” dijo el secretario tras despedir al encargado. Y con una sonrisa santa, el santo padre se despidió de los niños, no sin antes decirles las sabias palabras pertinentes, tan repetidas cuando lo que se desea no encaja con lo que pasa: “Los caminos de Dios son inescrutables” A lo que los niños dejando de llorar, sin parecer ser muy consolados, uno de ellos, dijo: “ Los caminos, vale ¿pero el cielo?”

La santidad no escuchó estas últimas palabras, ni tampoco el pescozón con que se calmó el espíritu rebelde. Prestos los enviaron a tomar unos refrescos y seguidamente se vio pasar al camarero principal con una bandeja de la que sobresalía un cuenco de aceitunas y una copa de vermú.

Se ha enviado a buscar a las protagonistas de este aciago día. No las encuentran, han lanzado arengas pidiendo colaboración ciudadana y siguen sin noticias. Empiezan a dar por hecho que no son hijas del Espíritu santo, y a este ya le están buscando un ave que tenga más competencia, creen que sería mejor tirar del cóndor, que siempre pasa de todo.

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