SOÑAR, VIVIR

Resultó que sus sueños no se condensaban, se esparcían a lo largo de la noche, como capítulos de una novela seriada. En general las historias eran viajeras, situaciones revueltas donde bien podía terminar un viaje nada más acostarse y luego ir devanando las inmensas oportunidades que lo hicieron posible; pero los sueños no los controlas, no hay un hilo que vaya tirando de nada, solo ocurre y no te opones, porque tampoco podrías hacerlo.

De niño tenía recuerdos sensacionales sobre lo que soñaba, no se parecían a nada que él viviese, o hubiese vivido, ni siquiera a lo que veía en la televisión. Cuando estaba despierto no imaginaba que era un héroe de película, o un protagonista de alguna de las series preferidas, ni siquiera el de un libro que le hubiese gustado mucho, no, él era un protagonista de sueños realizados.

Sus compañeros se reían de él porque eso no se hace, no se puede ir por la vida, creciendo e inventando aventuras que no te las hubiesen contado antes. Él no inventaba, solo daba otra forma a lo que ya había vivido. ¿Cómo explicarlo? Tiene su dificultad si eres un crío al que nadie presta atención, las palabras exactas no se inventan a según qué edades.

Como no sabía muy bien si esto era una novedad, o era la soledad misma de la edad lo que le hacía pensar que algo raro estaba pasando, se decidió a escribir lo soñado, de tal manera que tomase cuerpo con las palabras.

Cuando cumplió los catorce, no recibió una bicicleta como los demás chicos, ni una pelota de esas que parecen hechas para un gran futbolista, acogió un armario y diez cuadernos nuevos con sus respectivos bolígrafos. A todo el mundo le pareció un desperdicio aquel regalo, pero su madre bien sabía que era lo que más ilusión le iba a hacer y su padre estaba más que harto de ver cuadernos por todas partes, así que un lugar, algo personal, para guardarlos era una muy buena idea.

Para los dieciséis el armario era un muro cerrado del que se había perdido la llave y no quería ser abierto. Hacía mucho que había dejado de soñar, cosa que fue pasando sin saber muy bien el motivo. Un ojo externo habría dicho que la vida real se le metió en las venas, que de no ser por esto hubiese muerto de extrañísimo y que los que le querían lo hubiesen encerrado en algún lugar sórdido y aislado. Le dieron poco a poco medicinas para olvidar, leche fresca, huevos, sexo, ciencia barata, estudios que son estudios de otros, retención, repetición… Todo esto mezclado con granos y pelos púbicos, una medicación que no falla nunca, te hace crecer hacía lo ancho, como el resto de la gente y ese pequeño cordón que te sujeta a los sueños, un día cualquiera se rompe.

No voy a contar la carrera vital de alguien que no recuerda sus sueños, porque no es para nada interesante. Quizás sea una historia demasiado vulgar para merecer unas palabras y termina donde empieza otra historia.

Un día – aquí empieza – se despertó sin querer, no sonó ningún dispositivo para que esto sucediera. La luz del sol le marcó la cara como una bofetada sincera y no le quedó más remedio que abrir, primero un ojo, luego el otro y al final, la boca. Intentó reponerse de una horizontal pesada, una que le dolía, porque a ciertas edades todo duele. Las sábanas se te pegan como queriendo ser una segunda piel, y es culpa tuya porque sudas y resoplas, tanto que parece les llamas a ser parte de tu epidermis; se enroscan a tus piernas y a veces a tu cuello mismo llevándote a un ahogamiento miserable.

Este día, que no era diferente al resto de los días, estaba previsto, hacía mucho que había sido implantada la peor de las monotonías, la que te ofrecen para tener una vida normalizada y sencilla, solo rota por las impresiones de alguna cosa que se salga de tu pequeño tiesto moral y personal. Tenía familia pero tampoco importaban mucho, porque estaba todo tan bien manipulado que aunque se hubiese muerto, todo seguiría el cauce establecido.

La mañana se vio comprometida por algo inaudito, recordó lo soñado. Una verdadera aventura que ahora tenía un sentido. Se quiso hacer el loco, pero no pudo, la recordaba tan claramente que no le quedó más remedio que saltar de la cama, buscar una hoja, un bolígrafo y trascribirla, como hacía cuando era un chaval.

Al minuto de hacer esto, escribirla, la historia desaparecía de su cabeza, volvía a reincorporarse a la vida habitual. Esto, al principio le ocurría una o dos veces a la semana, luego tuvo que ir comprando más y más cuadernos y los llenaba con nuevos sueños, unos sin sentido, trozos, pasajes de historias que no comprendía bien,  y otros parecían cuentos enteros,  como esos libros que uno lee y que siempre escriben otros.

Se planteó dormir más para soñar más. Ideó una enfermedad curiosa que no le dejaba levantarse de la cama; muchos fueron los doctores que lo visitaron a ver si podían solucionar aquello que para todos, para el resto del mundo era un problema. Es increíble ver que durante tu vida no le importas a nadie mientras sigas haciendo lo que está establecido, pero si decides cortar, dejarte llevar y cambiar las costumbres, se crea un revuelo. Se ponen todos de acuerdo para no dejarte en paz, y empieza una lucha, casi una guerra donde terminas por no hablar, no comer, no sentir y consigues ganar.

Un día la familia ya no se dirigía a él, hablaban en la habitación mientras la aseaban por costumbre, le dejaban una bandeja con comida y bebida, pero ya no le dirigían la palabra. Él había conseguido que no le faltasen los cuadernos, los bolígrafos, e iba llenando de historias aquellas hojas en blanco.

Sin darse cuenta pasaba más tiempo en el “otro” lado que en este, y cuando despertaba solo deseaba poner marcas extrañas, de un lenguaje que él solo sabía. Había notado que en los sueños, sin saber cómo también se despertaba por la luz del sol, aunque fuese otro, mucho más brillante y que cambiaba de color según le diese la gana. No había sábanas, ni familia, ni necesitaba comer o beber. Por fin había vuelto a ser un héroe del sueño que viajaba por mundos extraños y vivía vidas singulares.

Alguien se le acercó y ya nunca más volvió a despertarse.

Esta historia es la que se puede entender tras haber encontrado en la basura cientos y cientos de cuadernos llenos de notas y símbolos extraños que cuentan historias de cómo hay un lugar que aparece cuando dormimos. Creo que me voy a ir a pasar unas vacaciones a esos dominios donde puedes hacer lo que quieras, tener el escenario que desees y ser un héroe del sueño.